Transcripción de texto 01

PRESENTACIÓN

Ha sido un amigo el que me ha obligado a poner título a estas charlas, a este podcast. Charlas o conversaciones. Porque a fin de cuentas son simples reflexiones personales con algún conocido que quiera escucharlas y con quien me gustaría tener algún tipo de conversación.

Discapacidad visual empezando por la discapacidad visual más grave que es la ceguera pero también pensando en los que padecen alguna discapacidad visual grave, que le dificulta el aprendizaje según los métodos ordinarios del resto de compañeros videntes.
Pienso sobre todo en los niños, adolescentes y jóvenes, en sus familias y en los profesores, que tienen la responsabilidad de acompañarles en todo el proceso de enseñanza aprendizaje.
Y en matemáticas solamente, no: en cuestiones y aspectos relacionados con la discapacidad visual. Por lo cual trataré temas relacionados con las habilidades tácticas o táctiles.
Y no solo la matemática: también las ciencias experimentales, física, química, ciencias naturales, algunos aspectos técnicos y muy especialmente la motivación. Hacer atrayentes las matemáticas y las ciencias, el estudio.

El mismo amigo me dijo que en este podcast de presentación debía hacer referencia a las motivaciones que me han llevado a estas charlas a grabar estas charlas y hacerlas públicas. Algo sobre quién era. Y algo también sobre mi experiencia o o autoridad para hablar de estos temas.

La respuesta podía haber sido muy breve. Pero parece que se ha alargado en algún momento.

Motivaciones

Las motivaciones son bien simples: poner a disposición de quien quiera escucharlos, mi experiencia y mis conocimientos acerca de las limitaciones y posibilidades de las personas con discapacidad visual grave o ceguera, en tantos aspectos relacionados con el aprendizaje y la enseñanza de las matemáticas y en materias próximas: ciencias, tecnología, ingeniería, matemáticas –las STEM-.
Presentar mi opinión, a fin de cuentas, sobre las limitaciones y posibilidades de niños, adolescentes y jóvenes e incluso personas adultas en relación con estos aspectos científicos y educativos. Intentando vencer la ignorancia y la desorientación que con frecuencia llevan a magnificar o minimizar unas y otras. Ya que tan graves son ambos extremos: subrayar las dificultades o negarlas.
Lo importante entiendo es buscar y difundir soluciones y animar a otros a encontrar soluciones nuevas, más asequibles, más eficaces.

Aventura por accidente

Y si hay que hablar de José Enrique Fernandez del Campo, pues lo haremos.

A los diez años se le diagnosticó un glaucoma infantil doble. Y aunque tuvo la fortuna de caer en las manos de don José Pérez Llorca -muy posiblemente en aquel momento el mejor especialista del mundo en el tratamiento de esta enfermedad-, no había tratamiento definitivo, como sigue sin tenerlo.
Pero sí consiguió mitigar mucho los dolores y lentificar el proceso, con pérdida gradual de la visión, que le permitió en dos o tres años, irse adaptando a la nueva situación y aprender las técnicas habituales de trabajo de los adolescentes ciegos.

Ingresando en el colegio de ciegos de Madrid, donde pasó de los doce a los diecisiete años. En condiciones de internado severo, pero que le permitía por lo menos pasar la mayor parte del domingo y las vacaciones con su familia, que vivía también en Madrid.
Con una familia de nivel cultural medio alto. Padre profesor de enseñanza primaria, con las consiguientes dificultades económicas para llegar a fin de mes.
El ambiente familiar le ayudaría a dar sentido a las dificultades y a no volverles la espalda. Y le alentaron a superar esas dificultades y a superarse él mismo -cosa muy importante-.
Siempre con apoyo de ánimo, y con la ayuda material, leyéndole y ayudándole con descripciones que le hicieron posible enfrentarse a la mayor aventura para un adolescente de quince años en aquel momento: ser el primer ciego licenciado en ciencias matemáticas de España.

La opinión general en el ambiente en que se desenvolvía aquel muchacho de los años 1960 era rotunda: “Imposible para un ciego estudiar en una facultad de ciencias”. Ya fuera Matemáticas, física o cualquier otra.
“Que si las prácticas de laboratorio…
“Que si los dibujos…
“Que si el tablero de clase…
“Que si la falta de libros en braille…”

Pero igual que los trabajos de tornan amables para quien está enamorado, para quien tiene ilusión no hay dificultades insuperables.

“Por lo menos se puede intentar.”

Y es lo que sucedió. Con el apoyo de la familia, primero -para eso estaban los domingos y las vacaciones-, que le leerían los libros en tinta, ya que no había textos en Braye, evidentemente. Y poder examinarse en los meses de septiembre, ya que el curso ordinario, en el colegio de ciegos, lo debía dedicar a estudiar Magisterio.
Y después con la ayuda de los compañeros de facultad. Y el apoyo de la propia organización de Ciegos de España que le fue transcribiendo algunos textos ya sea en español o en inglés o en francés -aunque con frecuencia le llegaban cuando apenas le quedaban una semana para los exámenes.
La mayoría eran grabaciones familiares en cinta manetofónica, en cinta abierta: no habían nacido todavía los casetes.
Y como herramientas de escritura para las matemáticas la pauta y el punzón. La máquina Perkins llegaría ya en el último curso de carrera.

Y lo que nunca faltó además del apoyo de familia, compañeros y amigos, fue el aliento de los profesores. Porque ellos sí habían conocido o conocían a ciegos que en Francia y en Rusia eran profesores de universidad; incluso alguno de ellos académico. También sabían de Hamilton, de Euler, y de algún otro con renombre mundial.

Y mientras, había ido naciendo la vocación docente.

Docente

De su padre, profesor de primaria, había aprendido tres cosas.
La primera, que dedicándose a la enseñanza no llegaría a rico: había que conformarse con cubrir las necesidades básicas.
En segundo lugar, que la enseñanza era una profesión apasionante.
Y la tercera que la enseñanza era una profesión fatigante. Lo veía cómo llegaba al final de la tarde, pues muchos días tras terminar las clases visitaba a algún alumno que había faltado, sospechando que estaba enfermo -en aquellos tiempos podía ser sarampión, tos ferina o alguna otra semejante de los ocho ó nueve años, que fueron sus alumnos de toda la vida.

Pero surgió una oportunidad que no pudo desechar. Y a los dieciocho años era profesor titular de Primaria en el colegio de ciegos, en el mismo que él había estudiado. Cursando todavía el segundo año de facultad.
Pronto comprendió como le había anunciado un profesor compañero del colegio público de su padre –que, por cierto, era licenciado en matemáticas; Ciencias Exactas, que así se llamaba antes-..: experimentó que la enseñanza era un “seguro de juventud”.
El contacto con las nuevas generaciones le permitiría observar cómo evolucionaba la forma de hablar, de actuar, de soñar de los jóvenes. Un “seguro de juventud”, efectivamente.

Cierto que mis alumnos nunca tuvieron menos de doce años -los tuvieron pero nunca siendo alumnos míos-. Lo normal fue entre catorce y dieciocho. Ciegos o deficientes visuales, y, en grupos de 10-12 alumnos. Cerca de cuarenta años.
Después, en la Escuela Normal o de Formación del Profesorado, alumnos de más de 18 años, en la Facultad. Algunos más aún, ya que se trataba de la sesión de tarde-noche.
Y finalmente los cursos de formación de profesores. De profesores que tenían en su aula algún estudiante ciego o deficiente visual. Y de profesores especialistas, dedicados a la atención de alumnos en régimen de inclusión o integración escolar, como se le llamaba entonces.
Bueno: esta es mi acreditación como experiencia docente.

Siguiendo

¡Bah!: para otros aspectos del currículum y publicaciones tiene el oyente mi sitio web: “Disvimat.net”; precisamente con el mismo nombre que esta colección de charlas. Allí puede verlas, y si lo desea, descargárselas libremente.

Desde que en 2015 dejé mi vida laboral retribuida, dedico mi tiempo y mis esfuerzos a seguir buscando soluciones a las dificultades a las que me he referido varias veces. Y si bien sigo escribiendo -algo que me gusta-, no publico. Que es algo muy laborioso y costoso.
Sigo hablando, algo que siempre me gustó. Demasiado, en ocasiones.

De los contenidos

Hay que ir terminando. Pero bueno es hacer un adelanto de índice, del contenido de estas charlas.

Un grupo relativo a la accesibilidad de distintas áreas científicas del grupo STEM, fundamentalmente, pero también de otras. En sus tres vertientes: de lo que supone una atención especial –Especializada- del profesor de aula, la actuación del propio alumno y el apoyo de la familia.

Dos grupos, mis favoritos, pasiones en la enseñanza de la matemática: el Cálculo Mental y el dibujo. El dibujo ya se trató en los vídeos de YouTube. Sin embargo, se quedaron cortos. Aquí me dedicaré sobre todo a los relacionados con las gráficas cartesianas y las transformaciones en la Geometría Euclídea.

Un grupo no pequeño de “actividades manipulativas inclusivas”, sobre temas o aspectos espinosos a presentar y tratar con alumnos ciegos, sobre todo en el régimen de inclusión escolar. De ahí el término “inclusivas”.

Y otro grupo bastante más amplio relacionado con aspectos lúdicos. Ya sean de contenidos matemáticos, científicos o manipulativos, que hagan más atrayentes y amenas las actividades educativas escolares. Por supuesto, “inclusivas”: es decir, que puedan ser desarrolladas por niñas, niños, adolescentes o jóvenes, ciegos o deficientes visuales y videntes en igualdad de condiciones.

No seguiré un orden estricto, sino que se irán entrecruzando subrupos de los distintos temas. A fin de hacer más llevaderos aquéllos de mayor contenido matemático, científico o didáctico.

Y de los episodios

Solo me resta pedir disculpas por si mi habla en ocasiones es un tanto precipitada. Recuerdo que de pequeño me llamaban Di’Stefano. No por mis talentos futbolísticos -decían que era un “especialista en estorbar”-, sino por mi tendencia a comerme sílabas e incluso palabras. HablabatanrápidocomoAlfredoDi’Stéfano.
Pero la docencia con alumnos en el aula con alguna discapacidad auditiva, primero, y el tener que dirigirme a grupos de adultos, después, han ido moderando un tanto mi velocidad. Y obligándome a una pronunciación más clara, pienso. Y una entonación en ocasiones un tanto exagerada; isculpen.

Prometo que la duración de cada episodio no sobrepasará los quince minutos. Pero sé muy bien que “el catálogo de promesas incumplidas” será nutrido. Lo intentaré, por lo menos.
Como intentaré también que la transcripción de cada episodio esté colgada simultáneamente con el audio.

Y por último una petición, un ruego: “Comentarios”. Envíenseme por favor todo tipo de comentarios, críticas, sugerencias, peticiones. Sobre aspectos que se consideren confusos o con los que no se esté de acuerdo. Todo será bien recibido porque ayuda a mejorar.
Debo confesar que es duro tener que hablar al aire cuando está uno acostumbrado durante casi cincuenta años a hablar ante grupos de adolescentes que no me dejaban pasar ni una. Ni yo a ellos tampoco -está Claro-.

Muchas gracias, y vamos a la tarea.